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domingo, 27 de febrero de 2011

Una historia real

¿Nunca os habéis encontrado en esa situación en la que parece que estés saliendo con la mujer aquella que te gusta? Puede incluso que hayáis tenido algún tipo de contacto físico, el típico "rollo" entre amigos que parece que en cualquier momento puede acabar en relación. Pero no os atrevéis a dar el paso. Ninguno de los dos. He aquí una historia real de cómo un hombre pasó de estar en esa situación con una mujer a estar saliendo con ella todo por una simple equivocación. ¿Qué os parece? Nuestra mente a veces hace que nos confundamos pero a veces estas confusiones nos benefician, aunque no sea lo habitual.


La última vez que la vi nos habíamos besado. De eso hacía casi un día y medio y a mí me pareció una eternidad esta espera (a pesar de que ahora estaba a punto de volverla a ver). La vi y noté todo el nerviosismo dentro de mí, ¿por qué? Ya había suficiente confianza entre nosotros dos. Quise huir pero ya era demasiado tarde (y aunque no lo fuera me habría forzado a permanecer ahí a pesar de mi miedo). Nos encontramos cara a cara y busqué alguna señal que me dijese cómo saludarla. Ella me miraba a los ojos y a la boca de manera intermitente, suficiente para saber que debía besarla en los labios en aquel saludo. A medida que pasaba el rato con ella me fui relajando y parecía que ella también. De manera inocente salió como conversación el tema de las relaciones y ella me comentó que, como no, una amiga suya, mantenía una relación abierta. Mi mente me jugó una mala pasada en aquel momento. Mi contestación fue algo así como "Pues si nosotros salimos...". No pude continuar la frase. Me costaba mirarla a los ojos. ¡Aquello era como pedirle salir! (y no me malinterpretéis, yo me moría de ganas, pero no me decidía). Hice un esfuerzo por mirarla. Fingí estar pensando cómo acabar esa frase, pero ella ya se había dado cuenta. Ella finalmente contestó sin dejarme seguir (para mi suerte claro, yo me había quedado en blanco ante ese "error" mío). Aunque a mí me pareció una eternidad, su respuesta fue rápida. Apenas unos 3 segundos que a mí me parecieron minutos de silencio tenso.
-¿Así que estamos saliendo?- me dijo.
Conseguí ordenar mis pensamientos a tiempo para contestar algo coherente.
-Eso ahora es algo que queda a tu elección.
-¿A mi elección?
-Si me dices que no, no puedo hacer nada para que cambies de idea a estas alturas, pero si dices que si... - paré un momento antes de seguir- yo estaría encantado, claro.
Cómo no podía estarlo. Pasaban por mi mente mil posibilidades. Podía decir que no, que sí (ojalá), marcharse, incluso dejarme de hablar (tonterías que hacemos sin saber por qué, pero las hacemos).
-A mí también me gustaría.

Y hasta aquí esta historia. Vemos como un error pudo llevar a estas dos personas a una bonita relación. Extraño, ¿eh? Piensa que aunque te hayas equivocado una vez no tiene por qué estar todo perdido, siempre hay que esperar a ver el efecto de nuestras acciones e intentar improvisar lo mejor posible ante la situación o si no simplemente déjate llevar,  pero nunca des por perdido algo antes de tiempo

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