La acción requiere del movimiento de 36 músculos e incrementa las pulsaciones. "Buena parte de nuestra felicidad depende de la cantidad de besos que nos dan o damos", dijo un especialista. Cada beso que se da consume 12 calorías. Quizás sea porque para emplearnos en ello, debemos mover hasta 36 músculos, o bien porque las pulsaciones del corazón aumentan de 60 a 100 latidos cada vez que unos labios se unen a otros, publicó el diario El Mundo. Al parecer, la huella de cada ósculo viaja hasta el cerebro, no sólo deja rastro en nuestra memoria sino que interviene en un gran número de circuitos neuronales. Jesús de la Gándara es jefe de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos, profesor en las universidades de la citada ciudad y de Valladolid y publicó el libro El Planeta de los Besos.
El escritor contó que la obra se le ocurrió en una cena con unos amigos, a quienes les explicaba su preocupación porque no existen estudios serios sobre los análisis de los comportamientos sexuales explícitos. A partir de ahí, empezó a recopilar lo que se había publicado sobre el tema, cómo se había registrado en la literatura, historia, cine. Una de las conclusiones a las que llegó es que "casi todos se dan cuenta de que besan poco. [...] Creo que los besos deberían utilizarse de forma sistemática y seria para frenar las depresiones, por ejemplo".
El rol de las hormonas y neuronas
Gándara asegura en su libro que "buena parte de nuestra felicidad depende de la cantidad de besos que nos dan o damos". Será que estamos 'programados' para ello. Según investigadores de la Universidad de Pittsburg (EEUU), existe un gen, al que denominan el gen KISS-1 (o gen del beso) que, junto a otro, inician los cambios hormonales que desencadenan la pubertad.
Otro estudio, realizado en la Universidad de Princeton, (EEUU) y publicado en 1997, evidencia que "el cerebro humano está equipado con neuronas que le ayudan a encontrar los labios de su pareja tanto con los ojos cerrados como en espacios sin luz".
El escritor contó que la obra se le ocurrió en una cena con unos amigos, a quienes les explicaba su preocupación porque no existen estudios serios sobre los análisis de los comportamientos sexuales explícitos. A partir de ahí, empezó a recopilar lo que se había publicado sobre el tema, cómo se había registrado en la literatura, historia, cine. Una de las conclusiones a las que llegó es que "casi todos se dan cuenta de que besan poco. [...] Creo que los besos deberían utilizarse de forma sistemática y seria para frenar las depresiones, por ejemplo".
El rol de las hormonas y neuronas
Gándara asegura en su libro que "buena parte de nuestra felicidad depende de la cantidad de besos que nos dan o damos". Será que estamos 'programados' para ello. Según investigadores de la Universidad de Pittsburg (EEUU), existe un gen, al que denominan el gen KISS-1 (o gen del beso) que, junto a otro, inician los cambios hormonales que desencadenan la pubertad.
Otro estudio, realizado en la Universidad de Princeton, (EEUU) y publicado en 1997, evidencia que "el cerebro humano está equipado con neuronas que le ayudan a encontrar los labios de su pareja tanto con los ojos cerrados como en espacios sin luz".
Al parecer, al juntar nuestra boca con la de otra persona, el sistema límbico, situado en el centro del cerebro, se encarga de transmitir esta información a otras áreas como la corteza o al tronco del encéfalo que regula los mecanismos vegetativos de la respiración, el ritmo cardiaco, la tensión arterial, el tono muscular, la salivación o la secreción hormonal. Según diferentes estudios científicos, cuando besamos apasionadamente se liberan un buen número de hormonas, como las endorfinas, que generan una sensación de bienestar y tienen efecto analgésico. A ellas se les une la oxitocina y la testosterona, la primera relacionada con la lactancia y la excitación sexual, mientras que la segunda está involucrada en un gran número de procesos fisiológicos incluido también el relacionado con el deseo sexual. A éstas les seguirá la adrenalina y noradrenalina, que elevarán la tensión arterial y los latidos del corazón. "También es posible que otros sistemas de neurotransmisores y hormonas se relacionen en el beso, como el GABA, que modula las respuestas de tranquilidad o relajación, y el sistema endorfínico, cuya estimulación produce una disminución de la percepción del dolor", dijo el autor en el textoy finalizó: "Los besos van directamente al cerebro".
Fuente: Infobae y sinmordaza.com
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